Publicó Clarín
13 de diciembre de 2008
Por Santiago Fioriti
La marcha no fue para pedir planes sociales ni para reclamar medidas contra la inseguridad. La cuestión es más grave: se exigió que dejen de morir chicos por falta de comida. "El hambre es un crimen, ni un pibe menos": la consigna la abraza el Movimiento Nacional Chicos del Pueblo, pero ayer también la hicieron propia la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y varias decenas de agrupaciones políticas y sociales que acompañaron la marcha desde Parque Rivadavia hasta Plaza de Mayo. Es la primera vez en la era Kirchner que una movilización llega a las narices del poder para reclamar contra el hambre.
Yamila, una nena divina que viajó en el tren de madera del Movimiento "Pelota de trapo" --que circuló a paso de hormiga al frente de la columna integrada por tres mil chicos que llegaron a Buenos Aires desde las provincias más pobres del país-- definió mejor que nadie el sentido de la protesta: "Estoy cansada de ver a los chicos de mi barrio revolviendo basura para ver si encuentran algo de comer".
La marcha fue masiva y generó un caos de tránsito en el centro porteño. (Ver página 75) Cuando la primera columna pisó Plaza se contabilizaron unas veinte cuadras de militantes. Los organizadores hablaron de una convocatoria de 50 mil personas. La cifra posiblemente haya sido exagerada, pero media plaza quedó colmada.
Hugo Yasky, el secretario general de la CTA --una organización que se divide entre quienes apoyan o apoyaron al kirchnerismo y un sector más duro que nunca adhirió al proyecto K-- apuntó contra el Gobierno: "Cuando anuncia subsidios nos quiere convencer de que después esos subsidios derraman sobre los trabajadores. Pero nunca derraman sobre nosotros. Lo que hay que subsidiar es el bolsillo de los trabajadores y de los jubilados. Que el Gobierno pague el salario universal por hijo, que esos no lo van a poner en paraísos fiscales".
¿Cómo estás?, lo sorprendió un militante a Víctor De Gennaro cuando los bombos sonaban por la 9 de julio. "Gozando --dijo el sindicalista--, esta es la fiesta de la unidad para terminar con el hambre". Ciertamente, se lo veía eufórico.
En la bandera que portaban quienes caminaban al frente de la movilización se leía "Para que la crisis no la paguemos los trabajadores". Fernando "Pino" Solanas y Claudio Lozano, dos ácidos contrincantes de los Kirchner, eran las caras visibles junto con el intendente de Morón, Martín Sabbatella. "Es inmoral e inadmisible que en este país mueran 30 chicos por día de hambre", denunció el cineasta. "Hay seis millones de chicos en situación de pobreza y el Gobierno está preocupado por vender autos", señaló Lozano.
El desencanto de ciertos referentes o espacios políticos con el matrimonio presidencial no es nuevo. Pero sí es llamativo el rencor que comienzan a destilar algunos sectores que, aunque nunca aplaudieron a rabiar las iniciativas oficiales, las acompañaban en privado o al menos no le ponían piedras.
No le perdonan su alineación con los caciques del PJ bonaerense y muchos menos su reciente vínculo con el ex carapintada Aldo Rico. El caso símbolo es el de Humberto Tumini, una de los dirigentes que puso el cuerpo en la pelea "campo-Gobierno" (en aquellas noches de cacerolazos hablaba con Néstor Kirchner de celular a celular para diseñar estrategias) y que ayer se mostró en la columna principal de la movilización. El socialista K Ariel Basteiro prefirió mezclarse entre la militancia.
Un influyente dirigente que ya trabaja en el armado de un frente de centroizquierda para el año próximo se entusiasmó al final de la marcha: "A la izquierda de Kirchner ya no hay una pared. Estamos nosotros".
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