viernes, 1 de mayo de 2009

Los chicos son soldados de las bandas

Publicó Página|12
19 de abril de 2009


Para entender el caso Capristo hay que saber que es imposible que un delincuente de 14 años se largue a robar por su cuenta, y menos autos. La actual estructura del delito implica bandas, desarmaderos y cobertura policial. Y en ese esquema, los menores son “soldados”, la parte más barata y descartable de todo el sistema.

Por Raúl Kollmann

“El robo de un auto, como en el caso de Valentín Alsina, tiene detrás, indefectiblemente, una cadena delictiva, una organización que, además, no puede subsistir sin arreglar con los policías”, diagnostican ante Página/12 tres fiscales del Gran Buenos Aires, uno de ellos de Lomas de Zamora, el departamento judicial en el que ocurrió el robo y asesinato de Daniel Capristo. “Un chico roba un auto ¿y qué hace? No puede andar por la calle con el vehículo, tiene una patente, va a tener una denuncia. En realidad, lo que hace es que lo entrega a su puntero, a su jefe inmediato, que ya lo tiene pedido. O bien por un desarmadero, o bien porque se lo va a empapelar para venderlo como mellizo o para hacerlo trabajar de remise trucho. Hoy en día, los autos no se pueden levantar como antes, cuando se le hacía un puente electrónico a un coche estacionado. Ahora se necesita la llave, con su codificado, y eso sólo se puede hacer a mano armada. Para eso usan a los pibes, que son el menor costo de toda la organización. Y esos pibes, por inexperiencia, temor o por el paco, disparan.”

Los fiscales consultados por este diario coinciden en que durante un turno de su fiscalía, por lo general tres días, la mayor parte de los detenidos son lo que ellos llaman rateros: jóvenes que robaron zapatillas, un celular, una cartera. “Lo habitual es que utilicen una navaja, a veces un arma, otras es de arrebato. La gente los corre, a veces los intercepta un policía y así pierden, como ellos mismos llaman a caer presos. Lo que está bastante claro es que en los últimos meses creció el robo de autos, tenemos nítidamente más casos que antes. El otro delito que se ve que ha aumentado es el ingreso a casas, o sea el asalto de personas que están por entrar a su domicilio, las encañonan y se meten, esencialmente buscando dinero en efectivo o algo valioso”, sostienen los fiscales.
Desarmaderos

“Es obvio que el Fiat Palio de Capristo iba a ir a parar a un desarmadero –señala un ex comisario con décadas en el conurbano–. Si uno se aleja un poquito del Gran Buenos Aires, va por Bragado, Luján, La Plata y muchísimos lugares del interior bonaerense, hay cada vez más desarmaderos. Lo mismo pasa en el interior del país.”

–¿Por qué reviven ahora?–Pregunta Página/12.

–La gran ofensiva contra los desarmaderos se produjo en 2003, en época en que el ministro de Seguridad era Juan Pablo Cafiero –contesta un ex funcionario de Seguridad–. En aquel momento, el índice de homicidios trepó en forma explosiva, al punto que en un solo año mataron a cien policías, la gran mayoría en el marco de un intento de robarles el auto. En la página oficial del Ministerio de Seguridad se pueden ver los nombres de 47 policías bonaerenses muertos ese año. Una cifra muy similar es la de policías federales muertos en 2003, también porque les quisieron robar el auto. Así que, le reitero, son más de cien.

“En aquel momento, todavía estábamos en el marco de la crisis y muchísimas personas buscaban repuestos para sus autos. Como recordará, hubo una devaluación muy fuerte y a raíz de la desindustrialización de los noventa, la mayoría de los autos eran importados. Comprar un repuesto original, al nuevo valor del dólar, tenía un costo exorbitante. Eso llevó a una intensa actividad de los desarmaderos y, por lo tanto, a un aumento increíble del robo de autos y, por supuesto, a las muertes”, concluyó el ex funcionario. Este diario conversó también con un hombre que revista en el rubro mecánico. “Mire, es elemental, una caja de cambios completa de una camioneta Toyota puede valer 15.000 pesos comprada oficialmente o 4000 en el mercado negro. El capot de una camioneta F-100 cuesta 2000 pesos en el proveedor oficial y todavía hay que agregarle la pintura y la colocación. En un desarmadero se consigue hasta el color y vale 500. Se ven menos desarmaderos en el Gran Buenos Aires, pero basta andar unos kilómetros que se encuentran un montón. Y, por supuesto, la crisis juega. La gente tiene menos plata y recurre a esto.”
Pibes

Uno de los fiscales relata el contenido de una investigación realizada sobre una banda dedicada a proveer a los desarmaderos. En las escuchas telefónicas se perciben cuatro niveles: el desarmadero le pide el auto que necesita a una especie de capitalista, éste a un puntero (así le llaman a un hombre que tiene entre 30 y 40 años) y el puntero a pibes dispuestos a todo por 350 pesos, que es lo que se les paga a los levantadores.

“Está claro que el menor que mató a Capristo no era parte de una superbanda. No iba a robar el auto para asaltar un banco. El Palio era para desarmar o para hacer un poncho, que es utilizar el vehículo robado con papeles, legales, de otro Palio, que tal vez fue chocado o se incendió. También es posible que el auto se lo iba a usar como remise en las miles de remiserías que hay en el Gran Buenos Aires y que en una proporción importante se manejan con autos doblados”, diagnostica el ex funcionario de Seguridad.

A raíz del sistema de chips y codificación que hoy tienen las llaves de los autos, la única manera de llevárselos es a mano armada. Usualmente, el método consiste en meterlo en la playa de estacionamiento de un supermercado o shopping para ver si tiene bicho, o sea el aparatito de rastreo satelital. El vehículo queda allí hasta que los delincuentes se convencen de que la empresa recuperadora no lo vendrá a buscar. De ahí va directo al desarmadero.

Al ser la parte más barata de la cadena, los pibes que roban autos son, por lo general, adictos al paco, un residuo de la producción de cocaína mezclado con distintas cosas: a veces anfetaminas, analgésicos, químicos. “En estado de adicción, pueden hacer cualquier cosa –señala otro de los fiscales–. Cualquier movimiento lo interpretan como que los van a atacar y disparan. Son de una violencia y crueldad asombrosas. Y como ocurrió en Valentín Alsina, al primer problema los cómplices los dejan solos.” Como anticipó Página/12 en la vereda de la calle Florida, de Valentín Alsina, se encontró un revolver calibre 38. Capristo tiene varias armas registradas a su nombre en el Renar, entre ellas un revolver calibre 38. Lo más probable es que haya salido a la puerta con el arma, el menor lo vio y le disparó.

“Hay otro dato que demuestra lo siniestro del uso de los pibes en general –redondea el fiscal de Lomas de Zamora–. Si al pibe lo detienen, es raro que aparezca alguien para darle una mano. Al puntero, el pibe no le interesa nada. Perdió y punto. Jamás le manda un abogado para que lo defienda. El pibe es descartable.”

Todos los especialistas que fueron consultados por este diario están de acuerdo en que la trama del robo de autos y los desarmaderos no podrían existir sin un acuerdo con cómplices que visten uniforme policial. Está cantado que un desarmadero no pasa inadvertido y es obvio que le paga un peaje al jefe de calle y por esa vía al comisario de la zona. “Cuando vas a allanar un desarmadero, no es fácil probar que tal autoparte es robada –cuenta un fiscal–. Te muestran papeles de partes que compraron de tal auto destruido, chocado o incendiado, pero a uno le queda la certeza de que con los papeles de un auto venden 50 puertas y capots que, por supuesto, no tienen numeración. No hay ninguna duda que existe complicidad policial, porque allí entran autopartes todo el tiempo y está claro que nadie los controla. Sin desarmadero, sin una estructura delictiva de envergadura, no hay robo de autos. Sólo podrían ser casos muy aislados de vehículos caros para llevar, por ejemplo, a Paraguay, pero no los casos del estilo de Valentín Alsina.”

–¿Hay acuerdo también entre policías y ladroness como el menor que mató a Capristo?

–Puede haber acuerdos con el puntero, pero le insisto que los pibes son descartables. Es muy extraño que alguien de uniforme se junte con ellos. El puntero, en cambio, suele tener mucha relación y cuando alguno de sus secuaces perpetra un robo, no es extraño que en la comisaría disuadan a un eventual denunciante. Le dicen “mire, no le conviene hacer la denuncia, es muy complicado, encima lo pueden amenazar”. El arreglo más habitual con los policías se hace cuando alguno cae preso. “Que ponga tanto y se va”, es la consigna. Pero en el caso de los chicos, muchas veces ni siquiera hay quien ponga unos pesos.

Las otras modalidades, siempre elementales, en las que incursionan bandas con fuerte presencia de menores son el robo en casas y el asalto a personas de mucha edad. Esas bandas las manejan delincuentes con algo más de experiencia y que se conocen con los policías de la comisaría de la zona. Por lo general, los de uniforme los tienen localizados y les dicen: “lo de aquella casa lo hicieron ustedes. Pongan tanto o los volteamos (detenemos)”.

Por supuesto que los policías realizan detenciones en forma habitual. Lo hacen cuando alguna banda se pasa de la raya, el hecho tiene repercusión o simplemente para marcar la cancha y avisarle a los demás grupitos que los pueden voltear. Cuando la detención se produce sobre la base de algún robo en el que no hubo demasiado ruido, es decir cuando no se produce una muerte o no tiene repercusión, el menor aprehendido es derivado a un instituto, no de máxima seguridad. Este diario ya publicó reiteradamente que a los adolescentes más conflictivos “los mandan a cortar el paso”, es decir les dan una tarea en el jardín y esperan que se fuguen. Cuando el hecho que produce el menor es grave, lo derivan a un instituto de máxima seguridad y allí está hasta que el juez tome alguna decisión. En este terreno la opinión de jueces y fiscales es unánime: la estructura de institutos no mejora a ningún menor, no hay cupos, es ineficiente y existen enormes bolsones de corrupción y explotación de los menores.

El mundo del delito se rige por la oferta, la demanda y por el factor rentabilidad-riesgo. Por ejemplo, es muy poco habitual hoy en día que se produzca el robo de un banco o de un blindado. En el caso de los bancos, por disposición del Banco Central hay muy poco dinero en las cajas y mayores medidas de seguridad como el retardo, en la apertura del tesoro. En promedio, en un golpe a un banco hoy se podrían robar 40.000 o 50.000 pesos y eso con una banda muy grande, muy armada, dispuesta a un enfrentamiento. Es mucho riesgo y mucha gente para un botín chico. Por supuesto, hay hechos excepcionales como el robo al Banco Río de Acassuso, cuando la banda huyó con un gomón por los caños mayores.

Lo mismo que con los bancos sucede con los blindados. Hoy tienen medidas de seguridad de máximo nivel y también se requieren bandas grandes y muy armadas. Por eso los casos de robos de blindados son aislados.

–¿Qué hacen ahora los delincuentes de 30 o 40 años?–preguntó Página/12 al ex funcionario de Seguridad y a uno de los fiscales.

–El rubro delictivo en el que se ven actuando personas de mayor edad, es decir delincuentes entre 30 y 40 años, es la piratería del asfalto, o sea el robo de camiones –explica el fiscal de Lomas de Zamora–. Requiere de una organización importante porque, obviamente, la mercadería tiene que estar colocada de antemano. El camión se roba a mano armada, al chofer se lo mantiene secuestrado para que no haga la denuncia, se descarga la mercadería en un depósito y recién ahí se libera al chofer. El camión es recuperado por el sistema de rastreo satelital, pero la mercadería ya se bajó, se subió a otro camión y se le entregó a quien ya la encargó.

Semejante estructura tampoco es posible sin complicidad policial, entre otras cosas porque se usan depósitos de envergadura. Camiones muy codiciados son, por ejemplo, los de cigarrillos.

Según cuenta el ex funcionario de Seguridad, también los delincuentes de mayor edad se concentran en lo que se conoce como robos entregados. La modalidad es muy conocida: existe un cómplice dentro de una empresa que da detalles sobre movimientos de dinero de una empresa y el golpe se da exactamente de acuerdo a los datos que proporciona el entregador. “En esos hechos nos encontramos con bandas bien organizadas, que se comunican con Nextel y que resultan difíciles de interceptar. Los botines son importantes y el riesgo muy menor. Siempre existe la sospecha de que esos veteranos ladrones se conocen desde hace años con los jefes policiales”, completa el fiscal.

Más allá de las distintas modalidades, hay un elemento en el que coinciden todos los especialistas consultados por este diario: ningún chico de 14 años puede robar un auto, como en Valentín Alsina, sin una estructura detrás. Está claro que hay un desarmadero que pidió el vehículo y una red policial de protección. Es posible que los investigadores judiciales y policiales detengan a quienes fueron con el menor desde la villa Zabaleta hasta Valentín Alsina, aparentemente en un Duna blanco. Tienen al menor detenido y no les costará mucho saber quiénes eran sus compinches. Pero nadie determinará para quién iba a ir el Palio de Capristo y con qué protección cuenta el que lo pidió. El menor es de descarte, la estructura de desarmaderos parece que no.

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