Publicó Critica Digital
23 de julio de 2008
Críticadigital detectó que la inflación en los sectores carenciados superó el 60% en 6 meses
Por Lucía Bertotto
En el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) certifican que en lo que va del año los precios subieron un 6,3 por ciento. Sin embargo, en los pasillos de las Villa 20 de Lugano, la Villa 31 de Retiro y Ciudad Oculta los vecinos juran que con lo que ganan no compran ni un choripán.
Cynthia Pok, coordinadora de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, tiene una explicación para el abismal contraste entre los números oficiales y el pulso económico callejero: "En realidad desde que el organismo está intervenido por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, no existen referencias concretas para medir de manera fiable la evolución de precios ni ningún otro índice, porque la metodología aplicada como herramienta de medición no es de público conocimiento". La funcionaria aclara que, además, como se ha publicado tantas veces, la información difundida por el organismo oficial está denunciada de manipulación.
Habrá que creerle entonces a los vecinos que sostienen que, ingeniándoselas con una economía de guerra y mandando a los chicos al comedor, una familia tipo necesita como mínimo —y para vivir en una pieza alquilada de cuatro por cuatro con baño compartido— alrededor de mil pesos por mes, más un plan social, las becas de los hijos y la tarjeta del Programa Ciudadanía Porteña.
Para ellos, en los últimos seis meses el gasto se incrementó alrededor de un 60%.
En el comedor Lorenza, en V20, Noemí Salabia, de 30 años y madre de tres hijos, comenta que de estadísticas oficiales no entiende y que, además, prefiere creerle a sus propios ojos. Nadie puede discutirle que su marido sigue cobrando lo mismo de siempre por las changas de las que viven, y sin embargo, ahora necesitan alrededor de 400 pesos más con respecto al año pasado para afrontar el alquiler que les subió de 150 a 250 pesos.
La mujer que está a su lado la interrumpe para agregar que ese presupuesto mensual no incluye gastos excepcionales como la atención de la salud de los chicos o la compra de útiles escolares.
A raíz del aumento de los precios, que también abarca a las cooperadoras del colegio (pasaron de 5 a 10 pesos) Noemí, como la mayoría de sus conocidos, ya tachó de la lista de compras la fruta, la verdura, los huevos y los artículos de limpieza. De carne, pollo y pescado, mejor ni hablar.
Apenas, dice, puede seguir adquiriendo productos básicos a costa de un mayor esfuerzo "porque la harina antes estaba un peso y ahora está a dos, porque la media docena de huevos estaba a un peso y ahora está a dos, porque el kilo de pan estaba a dos pesos y ahora está a cinco" y así, con la mayoría de los productos que conforman la Canasta Básica Alimentaria, a las cuales no puede acceder, según datos extraoficiales brindados por distintas organizaciones, el 30 por ciento de la población. Es decir, 3 millones de argentinos.
Ante la imposibilidad de conseguir más dinero para afrontar los gastos, Noemí -como muchos de sus familiares y amigos de la V20- no tuvo más remedio que salir a golpear las puertas de los comedores hasta encontrar uno que los reciba.
A LLORAR A CASA ROSADA. Pese al orgullo oficial en materia de reducción de pobreza expresado a través de la voz presidencial (Cristina Fernández de Kirchner informó en mayo que desde octubre de 2007 a marzo del 2008 hay un 3, 4 por ciento menos de pobres), María Felicitas Nuñez Ferreira, dueña del comedor que albergó a Noemí y a sus tres hijos, explica que desde hace algunos meses no tiene más vacantes. "Todos los días vienen a preguntarme si tenemos lugar y yo les digo que ni siquiera los puedo poner en una lista de espera. Se agotó el cupo", afirma.
"El Gobierno me manda comida para 112 personas y yo le doy de comer a 153. Magia no puedo hacer", se lamenta. Para multiplicar los platos ya tuvo que reducir las porciones y acudir cada vez más seguido al guiso y al tuco con arroz.
En Villa 31 el panorama no está tan mal como en otros barrios, admite Nelly Beltrán, fundadora de la murga "Los Guardianes de Mugica", a cargo de distintos talleres que se realizan en los comedores de la zona. Beltrán aclara que es porque hay una gran cantidad de comedores, entonces, la situación está contenida. Igual, sostiene, que ya no queda más margen: "No aceptan más personas porque ya estiran la comida que les dan para 100 a 200 personas y ya más no se puede seguir bajando la calidad".
Mónica Carranza, del comedor Cara Sucia, que recibe diariamente a 300 familias en Ciudad Oculta, explicó a Críticadigital que gracias a que comenzaron a abrir más comedores en la zona la gente se fue distribuyendo y ella todavía tiene lugar para diez personas más.
Sin embargo, cuenta que en el hogar (con capacidad para 150 nenes) que administra paralelamente está sufriendo la falta de recursos. "Está completo. No sé por qué pero quedaron muchos chiquitos solos. Tal vez, sea por la falta de laburo, por la droga, no sé", intenta dilucidar. "La cuestión es que se rompieron muchas familias y estamos teniendo complicaciones", asegura.
SE BAJAN LAS PERSIANAS. Ante el aumento de precios, los comerciantes de los asentamientos se ven sumamente afectados. "La gente no quiere comprar nada", se quejan los puesteros de la feria de Villa 20 de Lugano al ser consultados por Críticadigital sobre el nivel de las ventas.
Los que se dedican a la reventa de indumentaria, por ejemplo, cuentan a este medio que en promedio venden dos prendas por día. Un pantalón elastizado ahora cuesta 30 pesos y antes costaba 20. Los que apuntan a otros rubros aseguran que tampoco corren mejor suerte.
A la suba de precios se suma el vaciamiento de las góndolas. Alrededor de diez almaceneros consultados durante un recorrido realizado por este medio por la Villa 20, repiten que la escasez de productos se debe a la dificultad para adquirir productos en los comercios mayoristas. Por razones que desconocen, sólo les venden una caja de arroz, una de aceite y una de harina por persona.
miércoles, 23 de julio de 2008
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