17 de agosto de 2008
Por Juan Pablo Morales
Vanesa Cajal controlaba que sus hijos comieran el arroz y hablaba despacio, bajito, como si le costara contar. "Hace un año que los traigo", repetía entre los chicos que jugaban mientras las cocineras del comedor les alcanzaban los platos. Después le habló a su bebe en brazos y al rato retomó la charla: "¿Qué querés que haga? Ya no llego a fin de mes".
Tres gastos consumen su acotado ingreso de 150 pesos: una garrafa, un puñado de paquetes de fideos y cajas de pañales. Se lamentó porque "hace un año la garrafa en Laferrère estaba a 20 pesos y ahora sale 35" y los fideos, que conseguía a un peso en el asentamiento donde vive, hoy cuestan el doble. Los pañales ya no los compra si no la ayudan los vecinos y sus hijos no almuerzan si no van al comedor El Principito, que administra en La Matanza la Corriente Clasista y Combativa (CCC). A los 32 años dice que no puede "vivir más así".
En el barrio La Juanita historias como ésa ya no sorprenden. "Lo bueno que habíamos conseguido lo empezamos a perder. Estamos desbordados", suele protestar Liliana Fernández, coordinadora de otro comedor cerca de ahí, bautizado René Salamanca. En 2007 alimentaba a 80 chicos; hoy son 125. Tuvo que armar una lista de espera porque sigue sumando gente y no quiere achicar las raciones.
El fenómeno ahora es común en todo el conurbano, de acuerdo con un diagnóstico del propio gobierno bonaerense. "Hace al menos cuatro meses que hay un incremento gradual en los comedores", admitió a LA NACION el ministro de Desarrollo Social provincial, Daniel Arroyo.
También reconoció que es "visible" el aumento de precios en la canasta básica y que, por eso, en 2008 subió el presupuesto para los comedores escolares (100%) y comunitarios (33%). "Queremos preservar la calidad nutricional de los alimentos", argumentó.
-¿Su diagnóstico no contradice todas las mediciones oficiales?
-Mi trabajo no es hacer consideraciones políticas -se excusó el ministro-. Nuestra preocupación es garantizar la asistencia alimentaria.
En los comedores, sin embargo, todavía creen que la ayuda no es suficiente. En la asociación civil de Solano El Niño y la Familia, por ejemplo, se quejan del aumento de los alimentos, pero también de la suba de insumos básicos, sobre todo la energía. "Necesitamos los hornos y las estufas. No los podemos apagar", protestan las coordinadoras. Gastan más de 1000 kilovatios. "No hay forma de ahorrar."
Para buscar un equilibrio, a veces rearman el menú que alimenta a las 600 personas que llegan a diario del asentamiento La Matera. "Día a día hacemos más y más guiso. Y además viene más gente", se lamentan.
La oposición dice estar "preocupada" por la situación. Héctor "Toti" Flores, experimentado líder social matancero, hoy diputado de la Coalición Cívica (CC), fue tajante: "En algunos barrios la situación está igual que en 2000, cuando se estaba incubando la crisis más profunda del país". Walter Martello, diputado provincial, también de la CC, habló de una "combinación" de inflación, pobreza y crisis política que "deja algunas zonas al borde del colapso".
Problemas sanitariosNo sólo los comedores advierten dificultades. En las salas médicas también se sienten desbordados. "Ahora tenemos epidemia de bronquiolitis, pero el problema más grave es la desnutrición -detalló Ariel Carballo, médico del Plan Más Vida en González Catán-. El 30% de las consultas son por problemas alimentarios."
Cuando recibió a LA NACION, Carballo terminaba de revisar a dos chicos de 10 y 13 años. Sufrían "desnutrición crónica". Uno mide 1,15; el otro, 1,30. Ambos pesan menos de 30 kilos. En el barrio conviven con la contaminación y un mal que se extiende desde hace tiempo: la tuberculosis.
"En los últimos meses hubo una decena de casos. Uno mortal", contaba una enfermera cuando, a lo lejos, un grupo de mujeres caminaba entre los escombros y el fango para poder retirar una vianda especial de empanadas y sopa en otro comedor de la zona. La hora del almuerzo estaba a punto de terminar. A sólo unos kilómetros de ahí, Vanesa todavía cuidaba a su familia. Se iba a ir del comedor sólo cuando no hubiera nadie más. Decía que iba a recorrer el barrio, a ver si tenía "suerte" y algún vecino le daba un poco de pan para cenar.
129 %aumento del pan
subió el aceite
harina más cara
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