20 de agosto de 2008
Por Joaquín Morales Solá
Cinco muertes probablemente vinculadas a carteles del narcotráfico en las últimas semanas. Una fábrica de éxtasis en la localidad bonaerense de Maschwitz. El trasiego de efedrina, una sustancia que se usa para medicamentos antigripales pero que es también esencial para la fabricación de drogas sintéticas. La certeza oficial de que también se elabora en el país "pasta base" de cocaína, cuyos residuos se convierten luego en el "paco", que está matando rápidamente el cerebro de miles de jóvenes argentinos.
La Argentina parece, así las cosas, haberse encontrado con el destino de muchas naciones latinoamericanas: convivir con el narcotráfico, con su inmoral dinero y con la catarata de muertes que produce el tamaño de esas fortunas. Ningún país alberga al narcotráfico sin comprometer, más pronto que tarde, a su propio Estado en esos intereses. Y ningún Estado se limpia fácilmente del narcotráfico una vez que éste lo perforó, porque sencillamente no hay dinero lícito capaz de alcanzar la grandiosa generosidad del dinero fácil e ilegal.
Aquí ni siquiera ha empezado el combate. La crónica periodística habló en los últimos días de carteles colombianos y mexicanos para informar de las feroces ejecuciones de General Rodríguez o de la masacre en Unicenter. Un primer dato parece haberse confirmado: había compra y venta de efedrina. La efedrina es una sustancia que se importa de Asia y que la usan los laboratorios medicinales.
Hace tres años se sancionó la ley 26.045, para obligar al simple registro de los importadores de efedrina. Todavía no ha sido reglamentada por el Poder Ejecutivo. El titular de la secretaría para combatir la proliferación de la droga, José Ramón Granero, un funcionario que no esconde la gravedad del problema, impulsó una nueva ley que lo habilita al control y al seguimiento de esa droga en el país. Pero el proyecto duerme en los pasillos parlamentarios y es probable que tenga algunos adversarios dentro del propio Gobierno.
Tan fáciles resultan las cosas en la Argentina que los carteles colombianos y mexicanos decidieron fabricar la droga llamada "éxtasis" directamente en la Argentina. Es decir, el país dejó de ser proveedor de una materia prima, la efedrina, para convertirse en fabricante de la droga. En eso consistía el laboratorio descubierto hace poco en la localidad bonaerense de Maschwitz, gracias a la insistencia de un vecino que llamó repetidamente a la policía para advertirle de la presencia nocturna de un olor intenso y extraño.
El kilo de efedrina cuesta 100 dólares en la Argentina, pero su valor asciende a 10.000 dólares en México, donde la importación ha sido directamente prohibida. Los antigripales se fabrican allí con otra sustancia para evitar la presencia legal de una materia prima esencial para elaborar drogas sintéticas.
Granero colisionó también con el ministro de Justicia y Seguridad, Aníbal Fernández, por la despenalización de la droga para uso personal. La despenalización del consumo de drogas tiene tantos detractores como defensores en el universo político y en el mundo académico. Pero una cosa parece evidente: no se puede despenalizar alegremente el consumo de drogas y dejar al Estado impotente para controlar la proliferación del uso de sustancias ilícitas. "Al Estado desguarnecido sólo le cabría esperar que le lleguen los adictos definitivamente perdidos o ya muertos", dijo una fuente cercana a Granero.
En conclusión, el tema de la despenalización es demasiado grave, y tendría demasiadas consecuencias, como para tratarlo como un globo de ensayo o como una pirueta distractiva. "Esperemos que sobre este asunto no le mientan a la Presidenta", señaló otro funcionario que conoce la magnitud del drama.
La proliferación del "paco" ha eyectado el viejo debate sobre si la Argentina es un país de tránsito o de consumo. Hay tránsito importante y frecuente; de hecho, Aníbal Fernández aceptó hace poco que un peruano murió con su estómago abarrotado de pastillas de cocaína que le estallaron en el cuerpo. Hay consumo porque cada vez es más extendido el uso de drogas, desde la marihuana hasta la cocaína, pasando por las sintéticas. Pero hay también, y ésta es la novedad de los últimos años, fabricación nacional de cocaína o, al menos, de la "pasta base" que se requiere para su fabricación final. El "paco" es el sobrante inhumano de la "paste base".
Conocida como la "droga de los pobres", el "paco" no podría importarse porque su precio es muy bajo. Afecta a todas las clases sociales, pero estudios oficiales señalan que ha sentado sus reales, sobre todo, en las villas de emergencia de la Capital y del conurbano. La rapidez fulminante de esa droga nunca le permite al Estado llegar a tiempo; destruye el cerebro de sus consumidores antes de que los alcance cualquier autoridad.
A los carteles de la droga no les costaría mucho, por lo tanto, florecer en tierras tan fértiles. No es la primera vez, en efecto, que carteles de narcotraficantes aterrizan en la Argentina. En 1999 se descubrió que traficantes del cruel Cartel de Juárez habían hecho importantes inversiones en grandes estancias de Balcarce. Los descubrieron porque compraron 100 monturas de caballos y cincuenta pares de botas con dinero en efectivo que extraían de pletóricos bolsillos.
Podríamos estar sólo ante los primeros síntomas del desembarco de carteles de la droga en la Argentina, pero no por eso es menos grave. En las décadas del 80 y del 90, las guerras del tráfico de drogas se dieron, sobre todo, en Colombia. México era entonces sólo una sala de espera de la droga para ingresar en los Estados Unidos. Fue así hasta que criminales mexicanos comprendieron que ellos podían hacer todo: fabricar la droga, trasladarla a los Estados Unidos y luego venderla allí. El resultado no necesita de adjetivos: en lo que va de 2008, hubo en México, según cifras oficiales, unas 2700 muertes producidas por guerras entre carteles o por los enfrentamientos de éstos con las fuerzas de seguridad.
Hay una diferencia en las últimas noticias. Aquellos exuberantes inversionistas de Balcarce se han convertido en los actuales guerreros del narcotráfico en la Argentina, dueños de fábricas de drogas y mandantes de sicarios para asesinar. El momento político tampoco es bueno, porque el país viene de cinco años de castigo y sospecha sobre las fuerzas de seguridad. El ex presidente Néstor Kirchner prefirió, incluso, crear fuerzas de choque paraoficiales para evitar la intensa suspicacia que le produce la policía. Las infinitas fortunas del narcotráfico no se combaten con policías escasos de recursos y, encima, desmoralizados.
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