miércoles, 1 de octubre de 2008

Desabastecidos en salud (Ciudad de Bs As)

Publicó Página|12
28 de septiembre de 2008

La decisión del macrismo de centralizar las compras produjo graves trastornos. En el Argerich suspendieron las operaciones programadas. En el Hospital de Niños piden toallas por la radio. En el servicio de traumatología del Alvarez estuvieron un mes sin analgésicos.

Por Laura Vales

El hospital Argerich debió suspender sus operaciones programadas por falta de insumos. Desde hace dos semanas sólo realiza las de urgencia. “En un día normal, acá hacíamos 40 cirugías. Hoy hicimos tres”, confirma su director, Donato Spaccavento. El Argerich es uno de los centros de atención de mayor consulta de la ciudad y tal vez por eso el lugar donde estalló una crisis que afecta con distinta intensidad a los 32 hospitales de Buenos Aires, todos con problemas de insumos.

–¿Qué falta?

–Varía según el día o el movimiento. Este hospital tiene 3500 renglones de insumos. La semana pasada, por ejemplo, estuvimos al límite con la gasa. Se hace el pedido, dicen que van a mandar, se demoran..., con todo es así. El gobierno de la ciudad no entiende ni la complejidad de los insumos que necesitamos, ni el nivel de producción de servicios que tenemos.

La recorrida por otros centros tiene resultados similares. En el hospital Rivadavia, Rodolfo Arrechea denuncia que “intervenciones simples como una operación de vesícula están pasando para el año que viene por falta de insumos”. En el hospital Alvarez, del barrio de Flores, Iván Sotomayor, jefe de enfermeros de la guardia, apunta que en la sala de traumatología estuvieron un mes sin analgésicos. “Los tuvieron que comprar los propios pacientes.”

Arrechea es secretario adjunto de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), y al contar el problema hace introducción: un mes atrás, el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, les pidió a todos los directores de los hospitales la renuncia. La dirección de los hospitales es todavía un cargo político, no concursado, por lo que las renuncias se presentan siempre que hay un cambio de gobierno. En este caso habían sido elevadas en diciembre, y el jefe de Gobierno se las volvió a pedir. Macri inició de esta manera un proceso de renovación de las autoridades, en el que junto al ministro de Salud, Jorge Lemus, decidirá si ratifica o renueva a los directores. Un consejo de especialistas propondrá cinco candidatos para cada hospital, de los que Macri y Lemus elegirán a quién nombrar. Esta situación de limbo en que quedaron los directores, esperando la ratificación o el desplazamiento, ha mantenido a la mayoría en un silencio que poco tiene que ver con la salud, concluye Arrechea. Las denuncias se están haciendo por debajo, desde los sindicatos, algunas asociaciones de profesionales, o los pacientes. Es viernes, y en la radio habla una voluntaria del hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. Pide donaciones de toallas, “aunque sean usadas, las que tengan medio viejitas”, dice, porque “hay muchos chicos internados que no tienen”.

Sin stock

Los hospitales sufren una crisis estructural, de arrastre: falta de equipamiento, de personal, una demanda que los supera y que crece cada vez que aumenta la pobreza. Pero este panorama, que parecía difícil que se pusiera peor, se agravó con el cambio en el sistema de compras de los insumos implementado por el macrismo en el mes de junio cuando, tras denunciar la existencia de sobreprecios, el gobierno de la ciudad les quitó la facultad de hacer sus compras y las centralizó, poniéndolas a cargo del Ministerio de Hacienda.

Con este sistema, a los hospitales se les fue terminando el stock. A los tres meses de implementado y en medio de quejas generalizadas, el propio gobierno de la ciudad admitió su error y les devolvió la facultad de hacer una parte de sus compras. Así quedó un sistema mixto: las compras generales, de los insumos de mayor uso, siguen centralizadas, mientras que las específicas, destinadas a prestaciones de mayor complejidad, son realizadas por cada hospital. El cambio, sin embargo, no alcanzó para solucionar las cosas.

La suspensión de las cirugías programadas, o su reprogramación, es uno de sus efectos. Otra consecuencia (de la falta de insumos sumada a la falta de personal) es que hay mayores demoras en la atención médica. Según Arrechea, los pacientes están esperando en promedio cuatro meses para un turno, de acuerdo a la especialidad. El secretario adjunto de ATE señala que las demoras afectan “de manera cíclica distintas áreas. Pero, en todos los casos, dejaron lejos las promesas de campaña de Macri de que no iba a haber más espera en los hospitales”.

El macrismo reconoce la crisis por los insumos, pero asegura que quedará superada antes de fin de año. “Cada vez que se cambia el modelo de compras hay dificultades, hasta que el procedimiento está aceitado. En este caso el problema no está en el presupuesto, sino en la prontitud con que llegan los insumos”, dice Néstor Pérez Baliño, director de la Región Sanitaria nº 1 y designado por el Ministerio de Salud porteño para responder sobre el tema. “Como funcionarios y como médicos, nos da ansiedad que esto pase, pero estamos trabajando en que vuelvan a crecer los stocks, y lentamente nos vamos recuperando. El problema es más que nada de reposición, hay que conseguir que logística distribuya rápido en los hospitales lo que se va comprando.”

Del lado de afuera

Con la escasez de recursos, todos los problemas se agravan. Las colas son más largas, la cantidad de enfermos que quedan sin atención es mayor y la relación entre el hospital y los pacientes no es de cooperación sino de guerra. En algunos centros, los pacientes parecen ser considerados como una especie invasora a la que es necesario mantener a raya. En el Hospital Ramos Mejía, este invierno las autoridades pegaron en la puerta una resolución: “Se informa al público en general que a partir del lunes se encuentra totalmente prohibido el ingreso del mismo a formar fila y/o sacar turnos en el interior del hospital antes de las 5.30 hs. Toda persona que desee ingresar deberá formar fila y esperar del lado de afuera, manteniendo el orden y turno de llegada”. ¿Se le puede pedir a un enfermo al que se le hace hacer una cola de cinco o seis horas para ser atendido que además espere en la calle, en pleno invierno?

Los sindicatos señalan que un factor que agrava las demoras para otorgar turnos es la falta de personal, un problema acentuado desde que el macrismo implementó un incentivo que se jubilen 5000 agentes; al parecer, otra medida de ahorro. “Falta personal, y aunque los cargos ya están concursados y designados, los nuevos nombramientos no se concretan.”

En algunos lugares como el Alvarez, los problemas de falta de personal se agudizaron al punto de que este año, en Semana Santa, durante cinco días no se internó a ningún paciente. No había enfermeras para atenderlos. Nunca antes había ocurrido algo así.

En contraste con la lenta toma de decisiones para enviar insumos o nombrar al personal faltante, Macri acaba de concretar la privatización del sistema de facturación y cobranza con que los hospitales recuperan los servicios prestados a quienes tienen obra social o medicina prepaga. La medida ilustra en qué lugar se pone el acento.

Spaccavento advierte sobre los riesgos de privatizar el sistema de facturación: “Todas las experiencias del mundo en esta dirección terminaron impulsando la privatización del hospital. Las empresas facturadoras estimulan a los médicos y el personal a internar y hacer bien los papeles de quienes tienen obras sociales o prepagas. Son empresas que ganan más si el hospital factura más, ganan en función de un canon que se les da por lo que consiguen facturar por encima del promedio histórico. Así, como ya pasó con el Hospital de Clínicas, los hospitales terminan teniendo salas maravillosas para aquellos sectores a los que se les puede facturar, esto es lo que sucedió con el PAMI, y otras de segunda que son para los pacientes del sistema público”.

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